Adiós a una leyenda Charles Aznavour, la voz sentimental de la ‘chanson’

El cantante y compositor francés fallece a los 94 años dejando un legado de más de un millar de canciones, con títulos como ‘Que c’est triste Venise’, ‘La bohème’ y ‘She’

Por Jordi Bianciotto

Hace cuatro días, el pasado 20 de abril, salía al escenario del Liceu luciendo humor negro a propósito del pinzamiento muscular que le dio la lata todo el día y que llegó a poner el peligro el recital. “Hoy tenía dos opciones: una, no cantar, y la otra, morir en el escenario. Para ustedes habría sido algo para recordar: ‘Le vimos morir en directo’”. Se decantó por la tercera, hacer que el espectáculo continuara. Y el romanticismo, y la comedia, y la ironía consigo mismo. Como Chevalier, Trenet o Salvador, Charles Aznavour ligó su destino al escenario, que siguió pisando casi hasta el mismo día de su muerte, a los 94 años, este lunes en su residencia de Alpilles, en la Provenza.

Este verano había suspendido algunos conciertos tras haberse fracturado un brazo en una caída, pero estuvo a punto para actuar días atrás en Japón, y la semana pasada confesó a la televisión francesa que, contra el parecer de esposa, su deseo era morir en escena. Ahí se sentía a sus anchas, como pudimos comprobar en el Liceu, donde bromeó con su edad, cantó con emoción y elegancia, bailó graciosamente e hizo correr las lágrimas en las mejillas de más de un espectador cuando se despidió con ‘Emmenez-moi’.

Cómplice de Édith Piaf

Una canción esta, como tantas otras de su vasto repertorio (más de mil composiciones), creada en los años 60, su década dorada, si bien sus raíces en el ‘métier’ musical se sitúan más atrás. Los primeros pasos artísticos de Aznavour (nacido en París el 22 de mayo de 1924 en el seno de una familia superviviente del genocidio armenio en el imperio otomano) los encontramos en su dúo con el pianista Pierre Roche, en 1941, al que siguió otro papel más determinante, el de acompañante-telonero de Édith Piaf en espectáculos que cruzaron el Atlántico.

Vivió ocho años con ella. “Vi pasar a muchos hombres por su vida, pero no fui uno de ellos”, aclaraba hace seis años a este diario. Pero le escribió canciones como ‘Plus bleu que tes yeux’ y ‘Jezebel’, así como la respondona ‘Je hais les dimanches’, que Piaf rechazó y con la que triunfó Juliette Gréco. A comienzos de los 50, Aznavour estuvo detrás, como letrista, de éxitos de Gilbert Bécaud como ‘Viens’ y ‘Je veux te dire adieu’, mientras se ponía de largo en un crucial recital en el Olympia.

Melancolía veneciana

Aznavour era pequeño y flacucho, y su timbre vocal de vibrato ligeramente nasal no era el más melodioso de la ‘chanson’, pero la mezcla de sus canciones melancólicas con melodías doradas y su figura vulnerable le fue dando un aura carismática. La generación pop no marcó una frontera: Johnny Hallyday cantó su ‘Retiens la nuit’ y Sylvie Vartan, ‘La plus belle pour aller danser’. En otro escenario fetiche, el neoyorkino Carnegie Hall, vivió en 1963 una noche feliz que asfaltó su camino en el ‘show business’: acabarían cantando piezas suyas Ray Charles (‘La mamma’), Fred Astaire (‘Les plaisirs démodés’) y Bing Crosby (‘Hier encore’). Y, ya en los 90, Elvis Costello con ese ‘She’ asociado para una generación al filme ‘Notting Hill’.

El melodrama de ‘Que c’est triste Venise’ le dio, en 1964, un empujón internacional. ‘Venecia sin ti’, en una versión española (la primera lengua extranjera en la que grabó) que cruzó fronteras en Latinoamérica (número uno en Argentina) y que precedió a otras adaptaciones en esa lengua, muchas a cargo de Rafael de León. Ahí estuvieron ‘La bohemia’ (‘La bohème’) o ‘Nunca más’ (‘Désormais’).

La herida armenia

Canciones en su mayoría portadoras de rimas de lo más sentimental, si bien el repertorio de Aznavour está salpicado por otras temáticas. Hay que hablar de su mirada a la homosexualidad en ‘Comme ils disent’, del erotismo de ‘Après l’amour’, del autorretrato descarnado del artista en ‘Je m’voyais déjà’ y del fondo social de la pieza con la que abrió muchos recitales, ‘Les émigrants’. Una letra que aludía a sus orígenes armenios y que periódicamente adoptaba nuevos matices a la luz de episodios como la reciente crisis mediterránea.

Shahnourh Varinag Aznavourian, con ese nombre vino al mundo Charles Aznavour, se volcó a partir de los 90 en la divulgación de la causa armenia, adquiriendo incluso la nacionalidad en el 2008 y ejerciendo de embajador del país en Suiza. Cuando, en el 2004, publicó su libro de memorias, ‘Le temps des avants’, dispuso que se tradujera al armenio y que las ganancias en concepto de derechos de autor fueran a parar a las escuelas del país.

A esas alturas, ‘monsieur’ Aznavour seguía publicando discos a un ritmo más o menos bienal: un volumen de dúos (de Julio Iglesias a Sting), uno de jazz con la Clayton Hamilton Orchestra o el más tardío, ‘Encores’ (2015), que incluía un dueto con Benjamin Clementine. Presentó estos trabajos en su permanente régimen de conciertos por todo el mundo, con un grupo que incluía a su hija Katia a los coros, en los que mostró siempre un talante gentil, respetuoso con el público sin narcisismos ni peloteos, profesional y cercano, el de un gran señor de la escena.

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