El Barça golea al Madrid a sangre fría

El equipo de Valverde liquida a su rival con una precisión asesina y se clasifica para su sexta final de Copa consecutiva

Por Rafael Tapounet

El FC Barcelona se plantó en la final de la Copa del Rey de Sevilla tras asaltar el Santiago Bernabéu con un ejercicio de precisión asesina de lo más intimidante. Dos remates a puerta, tres goles. No necesitaron los azulgranas cuajar un gran partido, ni siquiera uno bueno, para golear al eterno rival (0-3) y clasificarse para su sexta final de Copa consecutiva. Y no solo eso: con su triunfo, igualó al Real Madrid en el cómputo histórico de clásicos (95 victorias para cada uno y 51 empates) y sumió a los blancos en un mar de incertidumbres tres días antes de que ambos equipos se vean las caras de nuevo en el duelo liguero .

Apostó Ernesto Valverde por el mismo once que ocho días atrás había empatado sin goles ante el Olympique de Lyon, con Nelson Semedo como lateral derecho, Sergi Roberto en la posición de interior y Philipe Coutinho sentado en el banquillo. Pero en esta ocasión les costó mucho a los azulgranas descifrar el partido, incapaces de superar al ordenadísimo equipo blanco, que acampó en terreno visitante y se volcó en la presión con intensidad y eficacia.

El acierto de Ter Stegen

Negado Busquets por la aplicación defensiva de Benzema y Modric, el Barça no encontró vías alternativas para cruzar la línea de medio campo, más allá de darle el balón a Dembélé para que retara a Carvajal. Lo intentó el francés, pero con una convicción más bien discreta. Nada encontró el equipo por ahí.

Con el paso de los minutos, el Madrid fue retrasando sus posiciones y los de Valverde empezaron a gobernar la pelota, pero su fútbol de ataque se limitaba a pequeños arañazos que nadie que haya convivido con un gato podría tomarse en serio. Los locales, en cambio, disparaban con munición real cada vez que se desplegaban, y si el encuentro no llegó al descanso con ventaja blanca se debió, muy fundamentalmente, al acierto de Ter Stegen y a la incapacidad casi congénita de Vinicius para marcar un gol. Tiene el brasileño muchas virtudes, pero el acierto en la definición no es una de ellas.

Autogol de Varane

Parecía que la segunda mitad iba a discurrir por parecidos derroteros, pero en el minuto 50 Jordi Alba detectó el desmarque en carrera de Dembélé y le sirvió la pelota para que el francés la enviara al punto de penalti, donde Suárez remató de primera a la red. Viéndose fuera de la final por primera vez en todo el partido, los blancos se lanzaron con todo a por la portería visitante, pero emergió entonces la gigantesca figura de Ter Stegen, que en el 61, con una intervención prodigiosa, evitó un gol que el Bernabeu ya había cantado tras un remate de cabeza de Reguilón.

Quien marcó fue el Barça. O, mejor dicho, lo hizo el Madrid en propia puerta, que es, como decía Roberto Bolaño, la manera más elegante de marcar. “Un gol es algo eminentemente vulgar y muy descortés con el arquero contrario, a quien no conoces y que no te ha hecho nada, mientras que un autogol es un gesto de independencia”. El gesto de independencia corrió esta vez a cargo de Varane, después de que su compatriota Dembélé, cabalgando esta vez por la banda derecha, volviera a romper a la defensa blanca y enviara el balón al área pequeña, donde Suárez esperaba con la caña a punto.

Penalti a lo Panenka

Solo tres minutos después, el ariete uruguayo se plantó otra vez en el área local y fue derribado por Casemiro. Leo Messi, generoso, creyó conveniente recompensar el estupendo partido de Suárez y dejó que fuera su amigo quien intentara transformar el penalti, cosa que hizo con un lanzamiento a lo Panenka. En la casa de Sergio Ramos.

Lo que sucedió a partir de ahí apenas tiene relevancia, más allá de la reaparición de Arthur para jugar los últimos seis minutos del partido. El Barça vuelve a optar a todo en su competición y en el mundo se ha restaurado un elemento de continuidad. El sábado, otro clásico.

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