El capitán del Barça vuelve este viernes al escenario donde sufrió con Argentina la derrota más dolorosa: la final del Mundial-2014 ante Alemania
Por Joan Domènech
No podrá evitar, si no lo ha hecho ya desde que se clasificara Argentina, el pensamiento de que volverá a pisar Maracaná, escenario de amargo recuerdo. Uno de los más famosos del mundo, emblemático por grandeza (fue el de mayor capacidad en su día) y por historia: el maracanazo, sede de la derrota de Brasil ante Uruguay en 1950 y ejemplo simbólico de las dramáticas consecuencias que supone subestimar a un rival. En sentido contrario, el maracanazo adjetiva la heroicidad de superar todas las adversidades previas a un partido.
Subirá al autocar y pensará en el viaje que emprendió, ilusionado, hace cinco años. Por poco supersticioso que sea, no se sentará en el mismo asiento. Tampoco podrá compartir sus recuerdos con mucha gente. Por el camino han desaparecido casi todos los compañeros que se removían inquietos cuando enfilaban la avenida del Profesor Eurico Rabelo la tarde del 13 de julio del 2014 oyendo el ulular de los coches policiales para jugar toda una final de un mundial. La cúspide de todo futbolista.
Cinco seleccionadores
Solo tres jugadores revivirán imágenes inolvidables con la ilusión de edulcorar, que no curar, aquella experiencia. Una victoria sobre Venezuela, este viernes en la Copa América, nunca arreglará la final perdida frente a Alemania. Ni devolverá la ilusión perdida. Ni atenuará la frustración que arrastran los argentinos desde entonces que ha devorado a cuatro seleccionadores (Alejandro Sabella, Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli) antes de Lionel Scaloni, que ejerce de entrenador interino, y 20 internacionales albicelestes en la plantilla de convocados de un evento a otro.
Pero son decenas los futbolistas que han desaparecido en ese tránsito. Doloroso y gravoso tránsito que ha encarnizado el abatimiento del país en una época durísima por perdedora. De Maracaná a Maracaná, Argentina ha perdido dos Copas América (2015 y 2016). Las dos ante Chile. Las dos por penaltis. Para pegarse un tiro.
Falta apoyo
«Necesitamos más apoyo para que los jugadores den lo mejor y que el clima sea positivo», lamentó Lionel Scaloni, el actual entrenador. «Tenemos que estar tranquilos para hacer buen fútbol», corroboró Messi, como si el mayor problema de Argentina, que una vez ganó en Maracaná (el primer partido del Mundial, a Bosnia, por 2-1), fuera más anímico que futbolístico.
El capitán sigue al frente del barco, aunque se bajó de él unos meses, en una comprensible crisis existencial. Con Messi solo resisten Sergio Agüero y Ángel di María entre quienes lloraron la derrota con Alemania por el gol de Mario Götze en el minuto 113. Ninguno de los dos es titular indiscutible ni lo era entonces. Agüero fue suplente y entró en el descanso por Lavezzi y Di María no jugó por lesión).
Algo no habrá cambiado en cinco años. La derrota volverá a ser una catástofe.