Los goles de Coutinho y Rakitic en la segunda parte sentencian la eliminatoria, en la que ha debutado Mina
Primer partido decisivo del Barcelona, de los que empiezan a darle forma a una temporada; primer partido importante, de los que indican si ha tenido sentido el trabajo previo y de si el equipo ha llegado en la forma física y anímica adecuada al tramo en que las competiciones se decantan.
El Barça empezó trabajando serio y ordenado, atacando pero con responsabilidad, guardándose de errores innecesarios que pudieran favorecer las contras locales. El Valencia empezaba desde atrás y el Barça alargaba la presión, apaivagando el ímpetu del rival con posesiones largas y confortables. Inteligente idea de Valverde la de buscar a Messi por detrás de los centrales. En el minuto 8, voló Jaume Domènech para rechazar con los dos puños un disparo de falta de Messi. Frívolo exhibicionismo esteticista del portero, que pudo detener el balón y prefirió posar para la fotografía.
Pero el primero que más clara la tuvo fue el Valencia, que arañó el dominio escénico culé con un cabezazo de Rodrigo al larguero en el minuto 12. Los valencianistas se crecieron pero Iniesta volvió a centrar el partido allí donde el Barça lo quería y lo necesitaba: en los ataques largos, cómodos, sin riesgos, esperando a que Messi tuviera su momento y conteniendo mientras tanto al rival a través de la posesión. Valverde se cabreaba con André Gomes cuando se precipitaba forzando desenlaces que ya se veía que no llevaban a ninguna parte. Iniesta también se lo reprochaba. Este chico, Gomes, todo lo que tiene de técnico, le falta de audacia. En el 25, otro demencial pase suyo cerca de la portería de Cillessen puso en serios apuros a su equipo.
Rodrigo era lo mejor del Valencia, indetectable entre líneas, creando superioridades en sus ataques, fino en el toque y de movimientos rápidos y precisos. Marcelino, hiperactivo en la banda. No se sentó ni una vez en el banquillo. Su traje azul -demasiado eléctrico- era evidente que no era de Puebla.
A Messi casi le arrancan la camiseta pero ni así Undiano pitó la escandalosa falta de Coquelin. Sólo le faltó mostrarle encima la amarilla “por quitarse la camiseta”. Pero ni con las más burdas faltas podía el Valencia recuperar el balón cuando lo tenían Iniesta o Messi. Qué buenos son los dos y cuántos años llevan siendo tan extraordinarios. La eliminatoria llegó viva al descanso, tal como Marcelino quería; y con el Valencia obligado a abrir el partido un poco más en la segunda parte, lo que sin duda convenía al Barça para conseguir el gol que le acercara casi definitivamente a la final contra el Sevilla.
La segunda parte empezó con Coutinho y sin André Gomes -gracias a Dios- y con una soberbia jugada de Suárez por la banda, con dos quiebros antológicos y un centro algo pasado pero que igualmente el recién llegado pudo convertir en el primer gol de su equipo. El Barcelona consiguió lo que quería y continuó interpretando el partido a la perfección, conservando la posesión y el ritmo, con paciencia y con presión para recuperar rápido el balón cuando lo perdía. Rodrigo pidió el cambio y Marcelino se lo concedió, por Soler. Guedes entró por Coquelin.
El Valencia continuaba incómodo por la incansable presión del Barça. Rakitic es cimiento. A veces parece que no está, pero siempre comparece en el lugar exacto y haciendo lo que sabe que tiene que hacer. Paulinho entró para dar descanso a Iniesta y el Barça se relajó y perdió el rigor. No se le puede reprochar absolutamente nada, porque ya todo lo tenía hecho. Formidable trabajo de equipo, con talento en las botas e inteligencia en la estrategia. Bien los jugadores, bien Valverde, bien el Barcelona en su primer partido importante, decisivo de la temporada. Ayer dio la sensación de que este equipo está preparado para afrontar con garantías los retos que le esperan.
Piqué, que hizo un partido estupendo, estaba regular por un golpe en la pierna pero retrasó por responsabilidad su cambio por Mina. Es curiosa la desconfianza que este joven inspira. Finalmente le dieron 8 minutos al colombiano. Cillessen en el 73, como si fuera Gonzalo Pérez de Vargas, rechazó con el pie un remate de Gayá desde dentro del área pequeña: deliciosa proeza.
Rakitic en el 81 sentenció la eliminatoria -aunque francamente no hacía ninguna falta- pero una vez más la sensacional jugada fue de Suárez. Mestalla enmudeció sin que Piqué tuviera que decir nada.