El Barça recupera el color goleando al Valladolid

Leo Messi lidera a los azulgranas con otra de sus exhibiciones

Una victoria en cinco salidas era un balance impropio para un aspirante a campeón. La segunda llegó tres meses y medio después y maquilló la estadística, aún pobre. Desde el triunfo de Vigo del 1 de octubre no se había anotado otro. Hasta la penúltima cita del 2020, en Valladolid, sede de éxitos emblemáticos como la Liga de Urruti (1985), el 0-6 del primer doblete (1992) o el lugar donde Van Gaal salvó la cabeza en 1998. No era tan dramático para Koeman.

En el inhóspito Nuevo Zorrilla, en una tardía noche invernal, más fría todavía sin público ni gritos, el Barça recuperó el color con dos goles en el inicio que le brindaron una confortable ventaja, suficiente para un equipo grande y competitivo, que lo es por mal que esté. Clément Lenglet reaccionó a las dos suplencias degustando el caramelo que le lanzó Messi, y Braithwaite se sintió un jabato batallando como único delantero. Encima, marcó. Messi puso la guinda tras una asistencia de Pedri, el nuevo socio que le ha devuelto la alegría de jugar, convirtiéndose en una pareja sólida dentro de una alineación variable.

Desde que dijo que el sistema no era responsable de los malos resultados, Koeman no ha dejado de cambiarlo. De negar un sábado que se lo hubieran pedido los jugadores, a transformar el 4-2-3-1 al 4-3-3 frente al Levante el domingo. Repitió ante la Real y ante el Valencia.

Con tres centrales

Con el empate que frenaba la aparente recuperación, el entrenador introdujo otro retoque: los tres centrales. Pero no eran solo tres defensas, como el 3-4-3 (perdón por la numerología) que encumbró Johan Cruyff, sino el dispositivo de los tres centrales con dos laterales arriba y abajo por la banda. Dos defensas ejerciendo de extremos. Más arriba que abajo. Buscando la línea de fondo -¡por fin!- donde los defensas rivales son más vulnerables: si miran el balón, no ven al delantero.

Atacar sin extremos provoca la acumulación en la franja central, especialmente acusada cuando todos los balones han de pasar por los pies de Messi. El capitán no tuvo con quien combinar si miraba la portería de Masip: solo estaba Braithwaite. De entrada, como añadido al enfoque táctico, Koeman había borrado de la alineación a Griezmann y Coutinho. También a Busquets, brindando la segunda titularidad liguera a Miralem Pjanic, fijo en la Champions.

A los pies de Messi

Al Barça lo vio venir el Valladolid de lejos con Messi y Pedri compartiendo la mediapunta, por dentro. Toda opción de éxito quedaba depositada a la genialidad de Messi. Como el tiro parabólico que mandó a Masip o el centro mágico a la cabeza de Lenglet, solo en el área antes de volver a defender. Como el pase a Dest al hueco para ganar la espalda a la zaga local.

Con el marcador a favor, y sin tener enfrente al Madrid (el único equipo que le ha levantado un marcador), el Barça ejerció un control total del juego. Solo tenía que evitar una equivocación para impedir que el Valladolid recobrara las ilusiones. Dos goles de distancia eran muchos, y Sergio tenía poca fe. Las rotaciones de un modesto no son las mismas que las de un grande, y la merma de calidad acaba siendo demasiado amplia.

El nuevo sistema reforzó la seguridad del Barça al acumular más hombres en la fase defensiva. Hasta siete, más que suficientes para evitar un contraataque de un Valladolid precavido, como era de esperar, hasta que perdía. Llenar el centro del campo facilitó entonces la posesión del balón. El equipo castellano no dispuso del factor sorpresa ni de la ventaja de poder adelantarse en el marcador, igual que habían conseguido todos los anfitriones del Barça. Excepto el Celta, en la primera excursión azulgrana y única victoria hasta anoche.

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