El nuevo, flamante y también más joven pentacampeón de la historia de MotoGP ha aprovechado la primera ‘primera pelota’ de partido para renovar su título
Por Emilio Pérez de Rozas
El catalán Marc Márquez (Honda) se acaba de proclamar, de forma brillantísima, como ya hiciera en los anteriores seis títulos, nuevo y flamante pentacampeón del mundo de MotoGP, el más joven de la historia, al ganar el Gran Premio de Japón, en Motegi, ante 55.234 espectadores y millones de telespectadores, e imponiéndose, una vez más, al único adversario que podía amargarle la fiesta (o aplazarla hasta, el próximo domingo, en Australia), el italiano Andrea Divizioso (Ducati), que cuando ha querido seguir el ritmo del catalán se ha ido al suelo.
Un campeón de récords
Márquez, que no solo es el más joven pentacampeón de MotoGP con 25 años y 246 días (el anterior era Valentino Rossi, 2005, con 26 años 221 días), se ha convertido en el heptacampeón, en el poseedor de siete títulos de distintas categorías, también más joven de la historia, pues el anterior era el mitíco piloto británico Mike Hailwood, con 26 años 140 días. Y es que Márquez ya fue, en el 2013, el campeón más joven, bicampeón, tricampeón y tetracampeón. Todo un logro, tras romper todos los récords de precocidad de la categoría.
El líder de Honda, que con sus victorias ocho victorias de este año (EEUU, España, Francia, Holanda, Alemania, Aragón, Tailandia y Japón) puede otorgarle también el prestigioso título de constructores a Honda, celebró la conquista del séptimo título jugando con una inmensa e improvisada máquina de matar marcianos. Márquez, en la vuelta de honor, en la curva 2, se paró y, ayudado por su tío Ramón, su hermano Àlex y su entrenador personal José Luis Martínez, se sacó una gran moneda de plástico, la introdujo en la máquina y jugó hasta alcanzar el ‘nivel 7’, tirando a todos sus mecánicos de golpe.
Dedicado a su madre
Márquez llegó al ‘corralito’ y casi lanza por los aires al presidente de Honda, Takahiro Hachigo, que había acudido al circuito de su propiedad e, incluso, subió al podio para recoger el premio a la marca ganadora. Y, ya en el ‘corralito’, Márquez se abrazó a su padre Juliá y a todo su equipo, liderado por el ingeniero Santi Hernández, «el hombre más feliz del mundo, sí, por Marc y por poder dedicarle otro título a mi madre, que no me ha visto ganar, por desgracia, ninguno de ellos, pero que siempre se los dedico y espero poder dedicarle muchos más».
Márquez, que tras empatar a cetros mundiales con los míticos Phil Read y John Surtees, va ahora a por los 9 de Valentino Rossi, Mike Hailwood y Carlo Ubbiali y, luego, sí, sí, por los 12+1 de Ángel Nieto y, por qué no, a por los 15 de Giacomo Agostini. «De momento, vamos a celebrar este que ha sido muy duro, pese a que, desde Aragón, hemos ido siempre, siempre, en cada gran premio, aumentando nuestra ventaja con respecto al segundo clasificado, que fue Rossi y, después, ‘Dovi’, un adversario, como el año pasado, enorme, que me lo ha puesto muy difícil».
Salió en sexta posición
No tan difícil cuando se ha proclamado campeonísimo a falta de tres carreras (Australia, Malasia y Valencia) y tras una carrera, la de este domingo, prodigioso, en la que, saliendo sexto, ya era segundo a las tres vueltas. Luego, tras pelear con su compañero de marca, el británico Cal Crutchlow, se ha emparejado a ‘Dovi’, le ha estudiado y pasado un par de veces entre ellos y, a falta de cuatro vueltas, aquel que muchos llaman el piloto conservador, calculador, ha decidido tomar la iniciativa y ponerse líder.
La caída de Dovizioso
A partir de ese instante, Márquez ha tirado duro, muy duro, y Dovizioso se ha visto obligado a salir de su zona de confort y, a falta de dos vuelta, en la curva diez, un giro muy veloz a derechas, el subcampeón italiano ha perdido su tren delantero y se ha caído. Se ha levantado y ha cruzado la meta en 18ª posición.
Había que ver, en ese instante, a Márquez pasando por delante de su box, del muro, cruzando la meta a falta de dos giros y viendo desesperado a Alberto Puig, nuevo y flamante director deportivo del equipo Repsol Honda, colgado del muro, extendiendo sus brazos y pidiéndole calma. Era la forma de Puig de decirle que ‘Dovi’ se acababa de caer y ya era campeón.