El fenómeno de percibir rostros humanos ilusorios, que parecen tener expresión y personalidad en algunos objetos, estructuras o lugares, se denomina pareidolia facial y es bastante frecuente. Los investigadores han descubierto algunos mecanismos cerebrales y ciertos hechos sorprendentes relacionados con esta ilusión perceptiva.
Si tiende a notar caras en algunos de los objetos inanimados que lo rodean, como la cara ceñuda de una casa, una bola de boliche (bolera) sorprendida o una manzana que hace muecas, no es la única persona a la que le ocurre esto. De hecho se trata de un fenómeno perceptivo muy humano y frecuente.
La pareidolia facial, un llamativo pero frecuente fenómeno psicológico por el cual percibimos rostros donde en realidad solo hay objetos cotidianos, formas abstractas o estructuras inanimadas, viene siendo estudiada por la comunidad científica desde hace años, llegando a resultados a menudo sorprendentes.
Una investigación dirigida por la doctora Jessica Taubert, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Queensland (UQ), en Australia, desvela que las mujeres que acaban de dar a luz tienen muchas más probabilidades de ver caras ilusorias en objetos cotidianos que otras mujeres.
Los investigadores de la UQ (www.uq.edu.au) descubrieron que las mujeres que acababan de tener un bebé tendían a percibir estructuras faciales en objetos que en realidad carecen de vida, en mayor medida que las mujeres embarazadas y aquellas que no estaban embarazadas.
“Creemos que esto puede deberse a los niveles elevados de oxitocina que hay en el cuerpo femenino después del parto. Esta sustancia hormonal reduce el estrés, mejora el estado de ánimo y promueve conductas maternales como la lactancia, por lo que podría contribuir a que la madre tenga una mayor sensibilidad a la hora de percibir rostros en los objetos”, explica Taubert.
En este estudio participaron 379 mujeres (79 que habían dado a luz en los últimos 12 meses, 84 gestantes y 216 que no estaban embarazadas), a las que se les pidió que calificaran su capacidad para percibir rostros en un conjunto de imágenes de rostros reales, rostros ilusorios en objetos cotidianos y objetos sin rasgos faciales.
“Sabemos que nuestros cerebros tienen una mayor sensibilidad a cualquier estructura parecida a una cara, y esto juega un papel crucial en la detección de la presencia de rostros humanos en nuestro entorno, pero desconocíamos que nuestra susceptibilidad a la pareidolia fluctuaba a lo largo de las diferentes etapas de la vida”, destaca la doctora Taubert.
Género de los rostros ilusorios.
Este estudio surgió como correlato de un artículo de una anterior investigación sobre la pareidolia facial, en la que Taubert y su equipo descubrieron que los rostros ilusorios observados en objetos cotidianos tenían más probabilidades de ser percibidos como masculinos en vez de femeninos.
“La ilusión de ver una estructura facial en un objeto cotidiano es una experiencia común, pero los resultados de nuestro estudio anterior al de las madres, mostraron un sesgo sorprendente en la percepción de género, con muchos más rostros ilusorios percibidos como masculinos que femeninos”, según Taubert.
A más de 3.800 participantes en el estudio de la UQ se les mostraron numerosos ejemplos de pareidolias faciales y objetos inanimados sin estructura facial y se les pidió que indicaran si cada imagen tenía una expresión emocional, edad y sexo biológico distintos o no.
“Los participantes pudieron reconocer las expresiones emocionales transmitidas por estos peculiares objetos y atribuirles una edad y un género específicos”, explica. “Sabemos que cuando vemos caras en los objetos, esta ilusión es procesada por partes del cerebro humano que se dedican a procesar caras reales, por lo que, en teoría, la pareidolia facial ‘engaña al cerebro’”, explica la doctora Taubert.
¿Ve caras en las cosas?
El doctor Colin Palmer, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW), también en Australia, coincide con la doctora Taubert, en que “la pareidolia facial utiliza los mismos procesos cerebrales que usamos para reconocer e interpretar las caras humanas reales”.
Una investigación de la UNSW (www.unsw.edu.au) encabezada por Palmer ha demostrado que procesamos estas caras falsas utilizando los mismos mecanismos visuales del cerebro que utilizamos para las caras reales.
El doctor Palmer señala que ver caras en objetos cotidianos es muy común, lo cual queda resaltado por los numerosos ‘memes’ y páginas web dedicados a este fenómeno en Internet.
“En sitios web como Flickr y Reddit se han acumulado miles de fotografías de objetos cotidianos que se asemejan a rostros, aportadas por usuarios de todo el mundo”, afirma. “Una característica sorprendente de estos objetos es que no solo parecen rostros, sino que incluso pueden transmitir una sensación de personalidad o significado social. Por ejemplo, las ventanas de una casa pueden parecer dos ojos que te observan, y un pimiento puede tener una expresión feliz en su rostro”, destaca.
“El patrón básico de rasgos que define el rostro humano, con su característica disposición espacial de los ojos y la boca, es algo a lo que nuestro cerebro está particularmente acostumbrado, y es probable que sea lo que atrae nuestra atención hacia los objetos de pareidolia”, según Palmer.
La percepción de rostros también incluye reconocer quién es esa persona y “leer la información de su cara”, por ejemplo para saber si nos está prestando atención y si está feliz o molesta, en lo que se conoce como “información social”, según explica.
En el estudio que Palmer efectuó con su compañero de la UNSW, el profesor Colin Clifford, los investigadores comprobaron que los mismos mecanismos del cerebro que extraen información social importante cuando una persona mira a otra también se activan cuando experimentamos pareidolia facial.
“Esto es evidencia de una superposición en los mecanismos neuronales que están activos cuando experimentamos pareidolia facial y cuando miramos rostros humanos”, señalan.
Lo comprobaron mostrando a los participantes en el estudio, tanto imágenes de rostros verdaderos como de caras de pareidolia, y utilizando un proceso conocido como “adaptación sensorial”, una especie de ilusión visual en la que la percepción de uno se ve afectada por lo que se ha visto recientemente.
Por Ricardo Segura.
Fuente: EFE