Un fósil robado en los Pirineos cambia la historia evolutiva de los cocodrilos

Un fósil de los Pirineos permite describir una nueva especie de cocodrilo de hace más de 70 millones de años. Un hallazgo que podría suponer un cambio en la línea evolutiva de los cocodrilos terrestres denominados sebécidos. Descubrimiento que casi se pierde después de ser robado de la excavación en la que fue encontrado en 2013.

Hagamos un ejercicio de imaginación. Retrocedamos en el tiempo, en concreto, 66 millones de años. Estamos en los Pirineos. Más bien en la región del planeta donde se ubica actualmente la cordillera, ya que lo que hay alrededor no se parece en nada a lo que denominamos Pirineos. No hay nieve, ni montañas y, por supuesto, tampoco hace frío. Nos hallamos en una llanura tropical. La vegetación es exuberante y el calor pegajoso. Si tuviéramos que compararlo con algún lugar del mundo, pensaríamos en los Everglades de Florida.

Una gran marisma en la que la flora nada tiene que ver con la de alta montaña. Tampoco la fauna. En esta región todavía hay dinosaurios. Es más, según estudios científicos, los Pirineos fue la última localización de Europa en la que habitaron antes de su extinción en todo el mundo. Estos compartían el espacio con numerosas especies de lagartos, peces, tortugas y ranas. También de cocodrilos.

Volvamos al presente. Los paleontólogos que trabajan en la zona pirenaica sabían que los cocodrilos habían poblado esta área. Sin embargo, un hallazgo en el Mirador del Cretaci del Coll de Nargó, en Cataluña, desbarató sus ideas sobre la vida reptil en los antiguos Pirineos. Y es que, en junio de 2013, un equipo formado por científicos del Institut Català de Paleontología Miquel Crusafont (ICP), el Museu de la Conca Dellà, la Universidad de Barcelona y la Universidade da Coruña descubrió el esqueleto de un miembro de la familia de los sebécidos, un grupo de cocodrilos terrestres ya extintos. «No esperábamos encontrarnos este tipo de cocodrilo en esta zona en concreto», admite el director de la investigación, Albert G. Sellés, a Sputnik Mundo.

Silueta del esqueleto del ‘Ogresuchus furatus’

Según el paleontólogo, este descubrimiento fue sorprendente por varios motivos. Primero por la localización y segundo por la antigüedad de los restos. «Los sebécidos son típicos de Sudamérica. Muy habituales en los periodos posdinosaurios, desde los 50 a los 15 millones de años. Sin embargo, este ejemplar data de hace 71,5 millones de años».

«No solo es único por ser el primero de su familia encontrado en la zona, sino que es el más antiguo jamás encontrado. Esto nos permite redefinir la historia evolutiva de los sebécidos», explica Sellés.

Los investigadores se encontraban ante el fósil de lo que podría ser una nueva especie de cocodrilo. Un giro argumental en la historia de los reptiles. Sin embargo, la sorpresa volvería a aparecer en escena. Esta vez, de forma más desagradable. Y es que los científicos se toparan con un agujero la mañana que eligieron para extraer los huesos del animal de la piedra. Alguien había robado el esqueleto del sebécido.

Un largo proceso

Sellés se quedó en shock al levantar la lona y ver que no había nada. «No me lo podía creer. Pensaba que era una broma. Literalmente, había solo un agujero en el suelo», relata el paleontólogo.

Entonces, la Unidad de Patrimonio Histórico de los Mossos d’Esquadra inició una investigación para recuperar los restos robados. Tras varias semanas de búsqueda, los agentes atraparon al espoliador y el fósil le fue requisado. El problema fue el estado de conservación en el que se encontraba.

«Nos encontramos el fósil en un estado lamentable. Tuvimos mucho cuidado para que fuera solo un conjunto de huesos. Pero después del robo nos encontramos una desgracia. Estaba partido por siete u ocho sitios. Se habían perdido huesos, que nunca se recuperaron. Había fragmentos muy rotos. Esto nos obligó a dedicar muchas horas de restauración», recuerda el paleontólogo del ICP.

No obstante, el proceso de restauración no comenzó inmediatamente. Tuvieron que pasar dos años antes que los Mossos d’Esquadra devolvieran los huesos a los científicos. «El fósil estuvo bajo llave jurídica hasta 2015. Guardado por los agentes al ser prueba de una investigación policial», comenta Sellés.

Una vez en sus manos, los paleontólogos tardaron un año y medio solo en preparar los restos para su estudio. En 2016 comenzaron a analizar al sebécido. Realizaron mediciones y exploraron cada centímetro de los fragmentos óseos. Reconstruyeron el esqueleto en modelos 3D y llevaron a cabo distintos análisis químicos del fósil. Los resultados de dicho trabajo fueron la base de un artículo científico. Tras ser validado por la comunidad de investigadores, este fue publicado en la revista especializada Scientific Reports en 2020, siete años después del hallazgo del fósil.

Una nueva especie de cocodrilo

El artículo es una presentación del Ogresuchus furatus, que significa ‘el cocodrilo-ogro que fue robado’, en recuerdo al periplo que tuvo que pasar el fósil desde que fue descubierto. El texto indica que los huesos pertenecieron a una nueva especie de sebécidos. Una familia de cocodrilos que vivió entre el Paleoceno y Mioceno medio y que poco tiene que ver con sus parientes de la actualidad. «Eran puramente terrestres. Tenían las patas debajo del cuerpo, lo que les confería una anatomía muy similar a los mamíferos. En los ámbitos científicos se les denomina ‘cocodrilos perro’, tanto por su anatomía como por su cabeza. Tenían el cráneo alargado y un hocico muy largo, con unos caninos muy desarrollados», describe Sellés.

El tamaño y disposición de los huesos del cráneo del Ogresuchus furatus determinarían que se trata de una línea distinta dentro de los sebécidos. «Este nuevo cocodrilo presenta unas características anatómicas particulares, sobre todo en relación a su cráneo, la forma de la cabeza y la distribución de los huesos. Además, llama la atención su envergadura. Es el sebécido más pequeño jamás visto. Midió unos 60 centímetros, un metro como mucho. Es muy pequeño, si lo comparamos con el resto de animales de su familia que miden entre tres y cinco metros», afirma el paleontólogo.

En cuanto a sus hábitos, el experto añade que, en base a sus características físicas, esta nueva especie de cocodrilo debía ser un depredador activo y muy ágil, especializado en la caza de presas pequeñas. También podría haberse alimentado ocasionalmente de las crías de otros seres vivos, ya que el esqueleto fue hallado a menos de un metro y medio de un nido de huevos de titanosaurio y estaba rodeado de cáscaras.

Un pequeño reptil que correteó por los tropicales Pirineos del pasado hace más de 70 millones de años y que, ahora, plantea un nuevo interrogante en la historia natural. Pregunta que estuvo cerca de no ser formulada por el uso de un pico y una pala.

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