Antoine Griezmann se enfrenta a su pasado

El delantero llega a su antigua casa reanimado tras exhuibir los primeros brotes verdes ante el Dortmund

No, no celebró Leo el delicado pase. Ni siquiera el gol. Tampoco era un gol excesivamente trascendente. Era el 3-0 al Dortmund en el Camp Nou con el camino allanado para el Barça en dirección a los octavos de final de la Champions como primero de grupo. Lo trascendente resultó el furtivo gesto de Messi.

No ese sentido y auténtico abrazo que le dio después a Griezmann, que se deshacía con ese reparador tanto de los fantasmas que le han perseguido durante estos delicados meses iniciales como azulgranas. Furtivo y anónimo estuvo Leo apretando fugazmente el puño derecho festejando con rabia esa jugada que terminó bien. Luego el 10 corrió felizmente al encuentro del necesitado delantero francés.

Heridas sin cerrar

Necesitado estaba Griezmann de un gol, por poco valioso que fuera. Necesitado estaba Griezmann de conectarse con un juego que le resulta extraño como él mismo ha admitido, pagando todavía el año de más que estuvo con el Atlético. Un año que dejó heridas en Madrid. Y provocó heridas en Barcelona. Un año de propina que se dio sin saber que tendría tantas repercusiones.

No estuvo cómodo vestido de rojiblanco en su último curso, al tiempo que el vestuario del Cholo daba síntomas de final de una época como luego se demostró el verano pasado. El famoso documental, producido por Kosmos, la empresa de Piqué, quebró además los puentes de confianza con su casa en el último lustro y con lo que debía ser finalmente su nuevo hogar.

Ese año de más fue terriblemente dañino para el delantero, que no terminó de encontrar su sitio, permitiendo al mismo tiempo que las puertas que se le habían abierto en el Camp Nou se cerraran después de manera intempestiva.

Pero, poco a poco, y con mucha paciencia, Antoine está entrando en el territorio futbolístico de Messi y Suárez, esa sociedad que no se oxida, acostumbrada como estaba a vivir en el paraíso cuando tenían a Neymar, su amigo del alma, en la punta izquierda. De hecho, ambos esperaban a Ney y quien aterrizó en esa esquina fue Antoine.

Como todo, los inicios han sido muy duros. Más de lo que él imaginaba. «Soy realmente tímido y tengo problemas para ir a hablar con otros», admitió el exatlético en una entrevista concedida esta pasada semana a la UEFA.

Hechos, no palabras

Sabía que venía al templo de Messi y que no podía, además, ganárselo con palabras. Necesitaba (y necesita) hechos. O sea, goles, asistencias, momentos decisivos…. Ayudar a Leo y a Luis a no sentirse solos en ataque, conscientes los dos de que necesitan de más talento si quieren arañar alguna Champions más ya pasada la treintena. Como no pueden fiarse de los músculos de Dembélé, a quien se están cansando de esperarle porque cuando miran a su lado no está. Habita más en la enfermería que en el campo.

«No soy el tipo de persona que comenzará la conversación, soy demasiado tímido», argumentó el francés, revelando, al mismo tiempo, los problemas futbolísticos que ha detectado en su complejo aterrizaje en el universo táctico azulgrana.

Proceso de inmersión

«Me falta confianza para pasar o tirar a puerta», confesó Griezmann antes de que Messi le abriera el pasado miércoles la rendija para sentirse realmente adoptado. Está aún, todo hay que decirlo, en pleno proceso de inmersión. Se trata únicamente de los primeros brotes verdes, pero viniendo de donde venía le saben de maravilla. Venía del páramo.

«No abandoné el Atlético para ganar la Champions o para ganar más trofeos. Vine al Barça para aprender un nuevo estilo de juego, para adoptar una nueva filosofía y tratar de mejorar y aprender cosas nuevas», reconoció la exestrella rojiblanca, que salió de mala manera del Metropolitano a pesar de que resultó ser una operación redonda en lo económico (lo compró el Atlético en el verano del 2014 por 30 millones a la Real Sociedad y cinco años más tarde recibía 120 del Barça más 15 adicionales) y en lo deportivo.

Aprendiendo registros

Anda Griezmann en ese particular Master futbolístico en Barcelona, obligado a empaparse de registros que no conocía, a pesar de ser megaestrella y faro de la Francia que ganó el Mundial de Rusia-2018. «Trato de aprender y entender cómo juegan mis compañeros. No controlo las carreras de Luis Suárez, Leo, los centrocampistas o mi lateral izquierdo. Trato de entenderlo lo más rápido posible porque el equipo me necesita. Pero, a veces, es difícil», admitió, feliz, pese a todo, del nuevo desafío que se ha marcado.

Y tiene que ser en Madrid, donde tampoco tuvo un aterrizaje sencillo, cuando se examine su entereza. Se enfrenta Antoine a su pasado. Retorna al Metropolitano, estadio que abandonó casi furtivamente con un vídeo casi doméstico en el que anunciaba su marcha.Nada que ver con la cuidada y elegante producción audiovisual en la que anunció que se quedaba.

Estuvo un año en el que todos, empezando por él mismo, estaban desubicados, desenfocados. El Atlético lo tuvo, pero no disfrutó del auténtico Griezmann. Griezmann sintió que no era él. Y el Barça perdió una temporada que ahora busca recuperar. El domingo pisará la casa del cholismo como rival. Pero tendrá a Leo y Luis para acabar con los viejos demonios.

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