José María Sanz Beltrán (El Clot, Barcelona, 1960), cumple cuarenta años sobre los escenarios y los celebra con un gira especial aniversario que anuncia distinta a sus tours anteriores y que le llevará por los principales recintos del país.
Diez únicas ciudades elegidas cuidadosamente por el músico barcelonés, poseedor del cancionero más emblemático del rock en español. Su banda habitual, a todas luces en estado de gracia, será la encargada de acompañar a Loquillo en este recorrido por la vida y obra del artista.
En este ocasión, el Palau Sant Jordi de Barcelona, es la plaza elegida para poner broche de oro a estos diez únicos conciertos. Habrán pasado cuarenta años desde que el Loco se estrenó en un cabaret de Las Ramblas. Aseguran que no van a desaprovecharlo.
‘SI NO TE GUSTA EL ROCK’N’ROLL… ¿QUÉ HACES LEYENDO ESTA NOTA?’
‘Pregunta directa impresa en la contraportada de El Ritmo del Garage, cambiando “leyendo esta nota” por “mirando este disco” y añadiendo un par de injerencias que podrán leer íntegramente si buscan ese álbum: José María Sanz nunca se ha andado con chiquitas, perdonen ustedes la obviedad. Si hace cuatro décadas le hubieras preguntado a los amigos que tocaban con él en pequeños garitos si su cantante podía triunfar masivamente, te habrían tomado por LOCO. Si hace cerca de cuatro décadas le hubieras comentado a los directivos de Cúspide, el sello que publicó su primer álbum, que Loquillo iba a estar grabando discos que alcanzan los puestos más altos de las listas en 2018, te habrían tomado por LOCO. Si hace cuatro décadas le hubieras asegurado a los responsables de locales como Tabú, en las Ramblas barcelonesas, o de Rock-Ola en Madrid, que Loquillo iba a vender entradas como rosquillas y llenar recintos de e-nor-mes dimensiones en pleno siglo XXI, te habrían invitado a abandonar su sala, a nadie le gusta tener a un LOCO entre el público asistente. Si al LOCO le preguntabas hace cuarenta años si iba a ser una estrella del rock and roll, te miraba desde las alturas, desde su altura natural, y sus ojos hablaban por él: ¿estás LOCO? Claro que sí.
Loquillo, 2018. Brazos en cruz, la misma mirada dirigida a las masas mientras las arenga, afirmando (con razón) que ellos, todos los presentes, tienen su banda de rock and roll español, y que está sobre las tablas. Loquillo y sus músicos, al compás de las notas de la banda sonora de Los Siete Magníficos. Tres guitarras, bajo, batería, teclados y él. Una combinación infalible, una conjunción capaz de encadenar canciones engendradas con muchos años entre sí, pero que encajan con precisión milimétrica. Cartas ganadoras que pertenecen a la memoria colectiva, fetiches que han acompañado y acompañan a sus más veteranos seguidores y atrapan a los que se han ido incorporando al club. Estribillos para tararear a pulmón, incluso por todos aquellos que nunca reconocerán en público que lo hacen. Tararearlos, quiero decir.
Loquillo, cuarenta años después. Boris Vian hablaba de escupir sobre determinadas tumbas. Loquillo deposita flores a diario en las lápidas en las que se han ido inscribiendo los nombres de los grupos y artistas que empezaron con él. Lo hace fumando un cigarro, lejos de la ladera del Tibidabo y de la rubia que vino a probar el asiento de atrás. Con respeto, quizás preguntándose porqué sólo queda él. Él, fuerte, feo y formal, máxima expresión de la dicotomía animal / sentimental. Loquillo, listo para encarar junto a los suyos (banda, management, técnicos, asistentes, seguidores) tres meses de merecida celebración. No es para menos…’.
ALFRED CRESPO
RUTA 66