El Barça también se deshace en Europa

El equipo de Valverde empata en casa con el Slavia y desaprovecha la ocasión de encarrilar la clasificación (0 – 0)

Por Rafael Tapounet

Si hubiera que elegir una jugada para resumir lo que aconteció en el partido que el FC Barcelona y el Slavia Praga disputaron en el Camp Nou, podríamos echar mano de ese pase con la cabeza que Arturo Vidal hizo en el minuto 33 desde el suelo. La acción no fue a ninguna parte, pero la afición azulgrana tampoco tuvo muchas más ocasiones de aplaudir a los suyos y lo celebró como si fuera un gol. Unos hinchas que hace no tanto se extasiaban con el juego de su equipo y soltaban suspiros de admiración ante la concatenación de pases horizontales se aferraba ahora a un toque con la cabeza realizado en posición de decúbito prono. No sé qué más señales hacen falta para advertir que el antaño admirado fútbol del Barça se dirige hoy hacia un apocalipsis inminente. ¿Perros y gatos cohabitando, como en ‘Los cazafantasmas’?

El choquee finalizó con empate a cero. No se quedaba sin marcar en su campo el Barça desde un partido contra el Getafe en febrero del 2018. En los momentos previos al encuentro, durante el preceptivo ritual de intercambio de regalos y apretones de manos, Tomás Soucek, capitán del Slavia, le entregó a Leo Messi un banderín del conjunto sesivaní, pero, puestos a traerse un suvenir de Praga, quizá habría sido más útil que obsequiara al Barça con un ejemplar del libro ‘Cartas a Olga’ del dramaturgo Václav Havel, primer presidente de la República Checa. “La tragedia del hombre moderno no es que sabe cada vez menos sobre el sentido de su propia vida, sino que se preocupa cada vez menos por ello”, apunta Havel en esa recopilación de textos escritos en prisión. Algo parecido podría decirse del equipo de Ernesto Valverde: ni sabe a qué juega ni parece que le importe demasiado no saberlo. Una tragedia, en efecto.

A expensas de Messi

Los azulgranas comparecieron en una disposición de 4-2-3-1, con Messi merodeando por el centro del ataque y Dembélé, Arturo Vidal y Griezmann encargándose, supuestamente, de abrir grietas en la defensa del Slavia. El plan no funcionó. Con Busquets y De Jong desactivados por las marcas individuales de los checos, el Barça solo encontró caminos hacia la portería de Kolar activando a Semedo en la banda derecha o dándole el balón a Messi para que, desentendiéndose del juego del equipo, hiciera su magia. Y a punto estuvo el rosarino de encontrar un conejo en la chistera cuando en el minuto 34 culminó una prodigiosa jugada en solitario con un disparo a la cruceta.

Fue el mejor momento de los locales en una primera mitad terrible en la que el animoso equipo praguense llegaba una y otra vez, con muchos hombres y suma facilidad, hasta el área de Ter Stegen, mientras el ataque barcelonista, Messi al margen, se expresaba a través de las erráticas conducciones de Dembélé, la insoportable liviandad de Griezmann y las carreras sin sentido de Vidal.

Mejor segunda parte

Mejoró algo el juego azulgrana en el primer tramo del segundo tiempo, ya con Sergi Roberto en el carril derecho y Semedo desplazado al izquierdo para cubrir la ausencia de Jordi Alba, que se quedó en la caseta por problemas físicos. El empuje local obligó a Kolar a lucirse ante Griezmann y a punto estuvo de reflejarse en el marcador en una jugada en la que Vidal remató a la red una asistencia de Messi, que había recibido un exquisito pase de De Jong en una posición ligerísimamente adelantada. El VAR ratificó el fuera de juego.

Pero no tardaron en reaparecer los problemas de antaño: poca contundencia en defensa, nula presión arriba, falta de fluidez en el centro del campo… Huérfano de estímulos positivos, el Camp Nou intentó ilusionarse con la entrada en el campo de Ansu Fati para sustitutuir a Dembélé, ese jugador indescifrable que, dos años y medio después de aterrizar en Barcelona, sigue siendo un misterio envuelto en un enigma metido en una bolsa de plástico y arrojado al fondo del lago como si fuera Laura Palmer. El joven canterano dejó algún detalle, como un delicioso pase con el exterior que Messi remató en carrera al cuerpo de Kolar, pero la suerte del partido estaba decidida.

Sigue el Barça en cabeza del grupo F, pero después de haber perdido una magnífica ocasión de dejar encarrilada la clasificación. Ya ni siquiera puede esgrimir aquello de que el Camp Nou es un fortín inexpugnable. El apocalipsis se acerca y a nadie parece importarle demasiado.

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