Enloquecido empate del Barça

El Barça saca un punto en los dos minutos finales tras ir perdiendo 4-2 en un encuentro volcánico

Se derritió el Barça, pero no se quebró del todo. Ni mucho menos. Pareció quedar minimizado incapaz de aprovechar una cómoda renta de dos goles acabando destrozado por un Villarreal que sobrevivió con la entereza de Cazorla y la velocidad de Samu. Pareció roto cuando encajó cuatro goles y estaba destinado a encajar la derrota que no imaginaba. Pero siempre queda Messi. Y su tradicional gol de falta. Siempre está Suárez. En una volcánica noche, sacó un empate, pero lanzó un mensaje. Ni siquiera perdiendo 4-2 baja los brazos, aunque necesitara del genio de Leo (soberbia falta la suya) y del disparo furioso de Suárez en el último suspiro. Fue literal. Hay partidos maravillosos para la gente, que no deberían terminar nunca.

Tiró el uruguayo, empató el Barça y se acabó la noche endiablada en Vila-real. El partido estuvo maravillosamente entretenido para el público y odioso para los entrenadores, sobre todo para el azulgrana. No había control alguno. Ni del Villarreal, que malvive en la zona tenebrosa de Primera, con el corazón angustiado porque teme descender a Segunda. Ni tampoco para el Barcelona que salió en el estadio de La Cerámica con un equipo inusual. Había pasado un cuarto de hora y Ter Stegen ya era el héroe azulgrana con dos paradas prodigiosas, mientras Malcom, que asistió en el 0-1 de Coutinho y marcó el 0-2 con un preciso cabezazo, disfrutaba de sus mejores minutos con el Barça. Valverde estaba inquieto; Calleja, aún más.

Inicio loco

Es ese tipo de noches donde el fútbol se lleva por delante cualquier plan táctico previo. A los ocho minutos, el Villarreal se echaba las manos a la cabeza, desesperado como estaba porque no solo veía a un poderoso Ter Stegen. Tenía la sensación de que había cuatro o cinco bajo la portería del líder.

A un gran cabezazo de Iborra replicó el alemán con una estirada felina. Al uno contra uno de Samu Chukwueze, el descarado joven (19 años) que sometió a Lenglet a una tortura, respondió Marc agigantándose de tal manera que le hizo la portería diminuta. No se había visto esa versión tan terrenal del central francés, que formaba una extraña pareja con Umtiti. Lenglet, central zurdo; Samuel, centra diestro.

En realidad, Umtiti no estuvo en el campo. Lento, apocado, fuera de sitio, vivió unos 45 minutos terroríficos, incapaz de ayudar a su equipo, sintiendo una extraña sensación de haber perdido todo su encanto defensivo.

Superado el mal trago inicial, el equipo de Valverde percutió con acierto en el área de Asenjo. Dos goles y un remate al palo de Coutinho antes de que Samu hiciera diabluras en el hogar azulgrana para ajustar el marcador. No estaba Messi en el campo. Ni tampoco Piqué. La vida sin Gerard es más difícil para todos, incluido para Lenglet. Ni cabalgaba por el césped Rakitic. Había hecho rotaciones estratégicas el técnico pensando en la Liga y en la Champions. Pero pensando, sobre todo, en las piernas de esos tres pilares. Uno en cada zona caliente del equipo. El central, el centrocampista y la estrella.

Messi cambia todo

Aún así, y superado el susto, el Barça entró con energía en el partido guiado por el desequilibrio punzante de Malcom, que gozó de su mejor noche azulgrana. Escoltado por Suárez, adueñándose de la escena ofensiva. Tanto dentro del área como fuera. Arrastrando, por ejemplo, a la defensa de tres centrales diseñada por Calleja, además de conectar bien con un atrevido Coutinho. Pero la velocidad de Ekambi, unido a un despiste extraño de Ter Stegen (¡es humano!), provocó el empate del Villarreal. Como no había control, un mal pase de Arthur en la frontal del área del ‘submarino amarillo’ desató una tormenta en la casa del alemán. Y del 0-2 al 2-2. Entonces, salió Messi.

Quedaba media hora para acabar el partido. Pero todo se complicó con el tanto de Iborra que retrataba, una vez más, el descontrol defensivo del Barcelona. Se coló como Pedro por su casa por el eje sin ser detectado por ningún central. De pronto, miraba el marcador y perdía un partido que tenía en su mano atormentado por ese Samu que disfrutó de un paraíso: espacio a la espalda de Lenglet y Umtiti.

Tan mal lo vio Valverde que quitó a Arthur y Busquets. El partido estaba ingobernable. El caos llegó tras el 0-2 dejando a un Barça irreconocible. Ni disparó a portería en la segunda mitad cuando el Villarreal lo pasó por encima corriendo a través de las balas Ekambi y Samu. Lo peor, sin embargo, estaba por llegar cuando Cazorla se inventó un descomunal pase para que Bacca desnudara a Umtiti antes de sellar el 4-2.

Messi se resistía a perder como demostró con su fantástico gol de falta, otro más, pero ese inconformista Barça se rebeló con furia. Tras la falta llegó después el córner para que Suárez, ahora sí, rubricara un empate en un enloquecido partido. Hay puntos que saben de cine cuando lo tenía todo perdido el Barça.

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