Valverde rompe con viejas jerarquías en el equipo e impone un cambio de orden para reactivar al Barça

En su tercer y quién sabe si último año, Ernesto Valverde ha dado un evidente paso al frente. Es el mismo de siempre –discreto, dialogante, conciliador, hombre de club, capaz de apagar cualquier incendio–, pero al mismo tiempo se ha transformado en un entrenador más intervencionista, con la valentía necesaria para abrir la puerta a jóvenes ilusionantes.

Ansu Fati, ahora olvidado porque están los cuatro fantásticos sin lesiones, es su gran obra seguido del valioso Carles Pérez, aunque el mayor cambio es que Valverde ha roto con el tradicional status quo que imperaba, acabando con viejas jerarquías que parecían inamovibles en un vestuario con muchos años de convivencia.

Valverde tiene contrato hasta el 2021, pero nadie sabe si acabará cumpliendo lo que fija ese documento suscrito antes de la tragedia de Anfield. Un drama deportivo que, unido al desastre de Roma, ha empañado la carrera en el banquillo azulgrana del ‘Txingurri’.

Tanto el Barça como el propio técnico pueden cortar ese vínculo al final de esta temporada. Ya desde el inicio, en aquel caótico verano que llevó a la plantilla de Japón a Estados Unidos pasando antes por el Gamper, el técnico emitió señales del cambio. Y escogió a Ivan Rakitic, uno de sus más fieles soldados en las dos primeras temporadas, para visualizar el nuevo orden.

«Es un jugador importante, lo ha sido. No sé si lo será esta temporada. Ahora vendrán nuevos futbolistas y tendrá que ganárselo como cada año. El tiempo va pasando», proclamó entonces. Y ha sido fiel a esa nueva manera de gestionar el vestuario que ha permitido descubrir al nuevo Valverde.

Kilómetro 0

Un técnico que ha mantenido casi intacta la estructura defensiva –Ter Stegen y 10 más, entre ellos, Piqué y Lenglet, a la espera de que Umtiti salga, si sale, definitivamente de la enfermería–, pero ha firmado una verdadera mutación en la sala de máquinas del Barça. El verdadero kilómetro cero de la revolución.

Busquets y Rakitic eran pilares innegociables; ahora son piezas prescindibles. Busi ha sido suplente en tres de los partidos y en dos de ellos ni siquiera se ha quitado el chándal, mientras el croata es, hoy por hoy, la última opción en el centro del campo.

Solo fue titular ante el Granada. Juega minutos de la basura. Algo similar ocurre con Arturo Vidal, que anda en el escalón superior del croata. Son las tres víctimas del cambio de poder sellado por el técnico.

Frenkie, en las tres posiciones

El mando del equipo lo lleva Frenkie de Jong, a quien Valverde ha hecho jugar en las tres posiciones, siendo esa la mayor mutación vivida. El nuevo Barça se construye en torno al joven holandés, escoltado también por Arthur, a quien el técnico le ha conferido un rol más protagonista que en su primer año. Sobre todo porque el brasileño resiste hasta el minuto 90, algo que no ocurría antes.

Gobierna De Jong, crece Arthur, mientras va y viene Sergi Roberto (inicialmente interior, pero en los últimos partidos confinado, de nuevo, a la posición de lateral derecho). Ese es el nuevo paisaje del centro del campo del Barça, el lugar donde verdaderamente ha cambiado todo. Atrás, en la defensa, solo se han visto matices distintos y arriba, en el ataque, aún debe Valverde deshacer el nudo Griezmann, al tiempo que debe alejarse emocionalmente del frustrado retorno de Neymar.

Encajar el ataque

No tanto por él sino porque Messi y Suárez confiaban durante todo el verano en el reencuentro con su viejo amigo brasileño. Un reencuentro que no se dio. Acabó el largo mercado y a quien, finalmente, tenían a su izquierda era a Antoine y no ‘Ney’. En realidad, ni se conocen. Apenas han coincidido en el campo. Es literal. Por una razón (lesiones musculares de Leo y de Luis) u por otra (decisiones tácticas de Valverde), tan solo han formado el tridente ofensivo titular del Barça en 4 de los 12 partidos oficiales del curso.

Es, por lo tanto, Griezmann un cuerpo extraño en un ataque que lleva cinco años de productiva convivencia. De momento, claro. No ha tenido el francés ni tan siquiera la posibilidad de mezclar con Messi, cuya presencia en el inicio de la temporada ha quedado marcada por una serie de reiterados problemas físicos. El 10 apenas no ha jugado ni la mitad de los partidos, pero ha encarrilado los cuatro últimos. Ya están de vuelta él y sus goles.

Valverde necesita que conecten esas tres piezas. Y no solo en el césped sino también fuera. Como hizo en su día Neymar, el exjugador del Atlético ha entrado en el Camp Nou entregado al reinado de Messi midiendo, en todo momento, sus gestos y, por supuesto, sus palabras. «Veo a Messi hacer estos goles en el entreno e intento copiarle», dijo Griezmann tras completar ante el Betis (dos goles y una asistencia) su mejor noche como azulgrana en el estreno en el templo azulgrana.

Sin Messi, sin Suárez y sin Dembélé en aquel partido. Los tres estaban lesionados. Fue cuando Antoine tiró confetis inspirado en Lebron James, la estrella de la NBA. Si vuelven a volar los papelitos, Valverde habrá deshecho el nudo de encajar a Griezmann en la sociedad de la doble L: Leo+Luis. Del éxito de esa mezcla, si es que se da, dependerá el éxito final del Barça.

En Eibar, por ejemplo, nació el tridente. En Praga, en cambio, no conectaron. Detrás de ellos, esperan Dembélé y Ansu Fati. Y en el banquillo vive ahora otro Valverde.

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