La aventura de los osos de agua en la Luna

Arrecia el debate sobre si estos animales microscópicos sobrevivirán tras el fracaso de la misión ‘Beresheet’

Por Valentina Raffio

Cuando el pasado mes de abril la sonda israelí ‘Beresheet’ se estrelló sobre la superficie de la Luna, todo apuntaba que la historia de la primera excursión privada al satélite terrestre había acabado allí. Con un estridente fracaso que ponía un punto final a una misión hasta entonces exitosa. Pero ahora, tras cuatro meses del precipitado fin de la misión, uno de los responsables del proyecto ha desvelado un inesperado ‘plot twist’ de esta fallida odisea espacial: el accidente podría haber liberado miles de osos de agua sobre el suelo lunar, uno de los seres más resistentes del planeta abandonado en un lugar que no reúne las condiciones para la vida.

Por ahora no hay pruebas de que estos microscópicos animales acuáticos hayan sobrevivido al naufragio de la misión. Pero, según ha declarado Nova Spivack a la revista ‘Wired’, tampoco habría dudas. Los tardígrados son prácticamente indestructibles. Años de experimentos han demostrado que estas extrañas criaturas son capaces de sobrevivir al acecho de las condiciones más extremas. Sin comida ni agua durante décadas. En el vacío del espacio. Expuestos a la radiación ultravioleta del cosmos. Bajo temperaturas límite. Incluso se especula que sobrevivirían a la muerte del Sol. En ese caso, ¿por qué dudar de la supervivencia de estos extraordinarios seres en la Luna? El debate sobre la vida o muerte de estos animales en un inhóspito cuerpo celeste divide ahora a los expertos.

Legado terrestre

Los tardígrados viajaron a la Luna a bordo de la estrellada misión ‘Beresheet’ que, como su nombre indica, despegó destino al satélite terrestre con el objetivo de dar pie a «un nuevo principio». Los minúsculos ositos de agua se empaquetaron dentro de la conocida como ‘Arch Lunar Library’, «la primera biblioteca universal diseñada para preservar los registros de nuestra civilización en otro cuerpo celeste durante toda la eternidad». En esta se incluían unos 30 millones de páginas de información sobre el legado de la humanidad, muestras del código genético humano y, por si fuera poco, cientos de tardígrados deshidratados. O, mejor dicho, en estado de hibernación. «Sus procesos metabólicos se detienen, y el agua de sus células cambia por una proteína que en cierto modo las cristaliza», recuerda el divulgador científico Alex Riveiro en un artículo sobre estas criaturas.

Todo apunta a que es altamente improbable, por no decir imposible, que esta colonia de osos de agua despierte de manera espontánea y colonice la Luna. Eso sí. No sería tan descabellado pensar que si en un futuro algún explorador del espacio fuera al rescate de la cápsula sería posible resucitar estos animales. Tan sólo haría falta volvernos a hidratar, cruzar los dedos y esperar que, como han demostrado los experimentos anteriores, estos bichejos vuelvan a la vida. Aún así, el ‘éxito de la resurrección’ también está sujeto a muchos peros. Entre ellos, el estado de supervivencia de la nave y la cápsula en la que viajaban.

El debate ético

Especulaciones aparte, los expertos coinciden en que no hay ningún riesgo de que esta nueva contaminación biológica en la Luna suponga un riesgo para el ecosistema del satélite. De hecho, no es la primera – ni seguramente la última – vez que las misiones lunares dejan rastros de vida terrestre en otros rincones del universo. El geólogo planetario y astrobiólogo Jesús Martínez-Frías rememora que incluso la misión ‘Apollo 1’, que este año celebra su cincuenta aniversario, dejó rastros humanos en la Luna. Y, más recientemente, la misión china ‘Change’4’ también ha llevado semillas y larvas de insecto. «Este tema ha dado lugar a un encendido debate en la comunidad científica. Ya en los años 60, Carl Sagan publicó un artículo sobre la ‘contaminación biológica de la Luna’ y hoy en día se siguen publicando estudios sobre la cuestión», explica el jefe del grupo de investigación del CSIC de Meteoritos y Geociencias Planetarias en el IGEO y Miembro de la Comisión de Astrobiología de la Unión Astronómica Internacional (IAU).

El ‘riesgo de contaminación biológica o perturbación del ambiente planetario’ está regulado en el conocido ‘Código de protección planetaria’, un plan en el que se establece el nivel de protección y esterilización de cada misión espacial dependiendo del destino al que se dirija. Las misiones al Sol o a Mercurio, por ejemplo, no requerirían apenas protección ya que estarían en la categoría I del plan; la Luna requeriría controles más estrictos ya que se situaría en la categoría II; mientras que de camino a Marte la esterilización debería ser máxima dado que se enmarca en la categoría IV. Regulaciones aparte, Martínez-Frías subraya que toda misión fuera del planeta Tierra no debería despegar sin «una aproximación bioética y geoética de su impacto».

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