El barcelonismo se irrita

La contundencia de la derrota en la Supercopa y los fichajes que no llegan agitan el ambiente del Camp Nou

Hubo en las palabras de Gerard Piqué tras la derrota de la Supercopa una mezcla de arrogancia por el pasado en que se sintió mejor -«es la primera vez en nueve o diez años que vengo aquí en que ellos han sido superiores», dijo- y de humildad y capitulación ante el presente tormentoso. El grito es evidente: el primer equipo necesita ayuda urgente. De la directiva para rearmar la plantilla desvalorizada y del nuevo entrenador para elevar el juego y el ánimo colectivo.

Ya a contrarreloj, la junta trata de cerrar la contratación de un centrocampista creativo (Coutinho) y un atacante con regate (Dembelé). Dos perfiles que, se llamen como se llamen, siempre han costado y costarán mucho dinero. Y el bar de los fichajes está a punto de cerrar. La paciencia ya ha perdido ante la prisas. Y no se puede disimular en las negociaciones. Tarde, pues, para regatear en la barra.

Enfrente hay un Madrid atractivo, formado por futbolistas imaginativos y habilidosos, bien seleccionados, y a los que Zidane les ha proporcionado un sentido de juego vibrante. No hace mucho el aficionado azulgrana habría aceptado a poquitos jugadores blancos para su once titular ideal. Se decía: ‘¿tú del Madrid, con quién te quedabas?’ Y salía Ramos, Cristiano en su esplendor, y para de contar.

Ahora sucede lo mismo pero a la inversa. ¿A cuántos jugadores del Barça se apropiaría si pudiera el seguidor madridista para su equipo titular? Pocos, seguramente. Y si esa comparativa se extiende hasta el fondo de la plantilla, se entraría en el terreno de la goleada. Derrota para la planificación deportiva azulgrana.

En el partido del Bernabéu el Madrid constató la rotunda superioridad pese a prescindir de entrada de Bale, Casemiro, Isco y, obligatoriamente, de Cristiano. Pilares de Zidane. Sabía a lo que jugaba el Madrid. A algo que se parecía a lo que funcionó en el Barça más distinguido de los últimos años.

El antinatural 3-5-2 de Ernesto Valverde en la primera parte alimenta la confusión sobre el patrón de juego, avivada desde la incorporación de Paulinho, presentado ayer. Espera la dirección técnica barcelonista que el músculo del centrocampista brasileño pueda ejercer de ‘efecto Davids’ en el engranaje azulgrana. Davids fue el holandés que reactivó al Barça de Rijkaard y Ronaldinho en el mercado navideño del 2004. A veces, ciertamente, basta un jugador nuevo y un retoque táctico para variar una mala dinámica siempre que exista una idea clara.

Pero cuesta imaginar un cambio así de repentino. No sin más contrataciones sustanciales que ayuden a paliar el tremendo agujero dejado por Neymar. El ataque posicional se ha debilitado, agravado ahora por la lesión de Luis Suárez, que estará un mes de baja al sufrir una distensión en la cápsula posterior de la rodilla derecha. Se perderá los partidos de liga ante el Betis, el Alavés, el Espanyol y quizá el Getafe. Atrás tampoco hay solidez. Y el centro del campo, donde reside el ser o no ser de la esencia azulgrana, carece de cohesión. En definitiva, al equipo ahora mismo le falta juntarse para explotar el genio de Messi.

Y es en este estado de confusión en que se la juega la directiva de Josep Maria Bartomeu en los próximos días. La confusión llega incluso a la firma de la renovación anunciada del argentino. Tampoco en eso ha habido claridad. Se adivina un ambiente caldeado alrededor del Camp Nou. Y la moción de censura promovida por Agustí Benedito, que empezó aparentemente como una de esas acciones tóxicas e insignificantes a la que es tan afín el barcelonismo social, puede inflarse sobremanera si no hay una rápida mejora del equipo. Excesiva presión para un entrenador recién llegado.

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