Una joven poeta pierde a sus padres en un “accidente” del que ella se salva, y está convencida de que dicha situación fue preparada por agentes secretos del gobierno, para “callarlos” sobre venenos que se inoculaban en laboratorios médicos cubanos, a personas desafectas a la revolución.
Así comienza la novela Domingo de Revolución (Anagrama, 2016) de la escritora Wendy Guerra. La trama se teje entre Barcelona, Madrid, México DF y, por supuesto, La Habana y Nueva York… pero no todo es lo que parece.
Cleo, la protagonista, es una “cazadora de premios”; nueva categoría dentro de los intelectuales cubanos, sobre todo los jóvenes, que trata de identificar a los escritores que envían febrilmente sus obras a concursos de todo el mundo para darse a conocer. Las editoriales cubanas más importantes, que por supuesto radican en la capital del país, no pierden el tiempo publicando escritores noveles. Los espacios de las mismas están reservados para las “vacas sagradas”, los premiados y los muertos. De ahí que los jóvenes se lancen tras los concursos, y no sólo tratando de que se reconozca su obra, sino también por el apoyo económico que supone ganar un premio; esa es la gasolina para seguir escribiendo y poder vivir, o por lo menos sobrevivir.
“La censura y el censor poseen en Cuba un maridaje singular. Nadie sabe quién te examina y nadie sabrá nunca por qué ese desconocido te ha censurado”, dice Cleo filosofando sobre otro de los males que sufren los intelectuales cubanos, y sigue preguntándose y llenándose de dudas: “¿Te castigan a ti o a tus libros? ¿Son tus ideas o tu actitud lo que censuran? ¿Eres tú la perseguida o en realidad te están persiguiendo por tus ideas? ¿Cuáles ideas? ¿Es la poesía un verdadero peligro para este país? ¿No te estarás persiguiendo tú misma?”
Domingo de Revolución es el libro de la duda, pero no de la duda interna y shakesperiana, propia del hombre que quiere romper con sus barreras. Es el libro de la duda acérrima sobre todo cuanto te rodea, incluso hacia ti y hacia todos los que te rodean, en cualquiera de los sentidos. Páginas que dibujan a la perfección el constante sentimiento de persecución de quien ha vivido bajo la mira del “aparato”, de la policía política que se esconde tras la censura literaria.
Guerra (La Habana, 1970) presenta la novela este jueves 30, a las 8 p.m., en el Centro Cultural Español de Miami (CCEM). Se encargará de las palabras introductorias y de establecer una conversación con la escritora residente en la isla, el también escritor cubano Ramón Fernández-Larrea.
Guerra es testigo presencial del deterioro de su país, y por ello comienza desde su primera novela, Todos se van –ganadora del Premio Bruguera 2006–, a narrar paso a paso cómo se va perfilando el final de la utopía revolucionaria.
No es ella la primera en estas lides, varios escritores desde hace años ya han escrito sobre el fenómeno vertiginoso de la depauperación cubana, pero esto no le quita a ninguno el valor por repetirlo, incluso por actualizarlo; sólo así se logrará la atención necesaria. Y Wendy va a los detalles: “Las malas palabras y golpes forman parte del paisaje, las aguas albañales abren una zanja entre dos aceras, y la música percute compitiendo y ganándole al silencio o a las buenas maneras… La Habana empieza a ser tu enemigo, sus habitantes, su incomodidad, la imposibilidad de estar bien, todo colabora en su contra.”