La mano de Dios ha muerto a los 60 años

La leyenda del fútbol mundial sufrió una parada cardiorrespiratoria y no pudieron reanimarlo

Por Abel Gilbert

La noticia tan temida llegó con la fuerza de un terremoto: Diego Maradona ha muerto pocas semanas después de haber cumplido los 60 años. Nadie se ha atrevido a pronunciar esas palabras sin tartamudear. Un país balbucea y llora. «No puedo creerlo. Estoy desolado», dijo el presidente argentino, Alberto Fernández, y decretó tres días de duelo nacional. «Nosotros lo amamos. Nunca le vamos a poder pagar tanta alegría, La suerte que tuvimos es la de haberlo visto, de haber disfrutado de su cariño. Mi eterna gratitud por haberme apoyado y acompañarme».

El velatorio tendrá lugar en la sede presidencial, la Casa Rosada, donde el único deportista que fue velado fue el quíntuple campeón de la Fórmula 1 Juan Manuel Fangio, en julio de 1995. En sus inmediaciones comenzaron a reunirse numerosas personas. Se esperaba una multitud. Algunos medios auguraron una exequia parecida a la de Eva Perón, en 1952.

«Conmoción total», dijo el diario La Nación. «Lo inevitable sucedió», señaló Clarín, y añadió: «Es un cachetazo emocional y nacional. Un golpe que retumba en todas las latitudes». Maradona falleció en horas del mediodía en su casa de San Andrés en Nordelta, una zona del norte bonaerense donde se levantan lujosas urbanizaciones y que había elegido para recuperarse de la reciente operación del pasado día 3 de un coágulo en el cerebro. «No alcanzará todo el tiempo del mundo para evocar todo lo que vivió Maradona y todo lo que nos hizo vivir», dijo Página 12.

De acuerdo con las primeras informaciones, el excapitán de la selección campeón del mundo 1986 se descompensó y sufrió un paro cardiorrespiratorio. Nueve ambulancias llegaron inmediatamente al lugar. No pudieron reanimarlo.

«Eterno». La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) reaccionó de inmediato y con perplejidad, como si quisiera hablar por todos: «Siempre estarás en nuestros corazones». César Luis Menotti, quien lo hizo debutar en el seleccionado celeste y blanco en 1977 frente a Hungría, a los 16 años, no pudo ocultar su desconsuelo. «No lo puedo creer, es increíble. Estoy destruido». A Carlos Bilardo, su entrenador en México 86 y quien tiene serios problemas de salud, no le dejaron ver la televisión para que no se enterara del deceso. Su ex apoderado y amigo personal, Guillermo Coppola, participaba de un programa televisivo cuando llegó la noticia. Lloró sin parar. «Mucho tirar de la cuerda».

Oscar Ruggeri, amigo de la vida y compañero del equipo que se consagró en México, rompió en lágrimas cuando le comunicaron lo que había ocurrido. «Un crack en todos los sentidos. Si hay en el mundo un tipo que llevaba la cinta como correspondía era éste. Lo digo porque yo fui capitán también. Los capitanes tenemos este pensamiento, que los capitanes son distintos. Encima era el mejor de todos. Qué feliz nos hizo». Pelé expresó un deseo: jugar con él en el cielo. El remezón excedió al universo deportivo. Las Abuelas de Plaza de Mayo recordaron al «Diego solidario, que supo decir verdades sin importar las consecuencias». Varios líderes mundiales sintieron la necesidad de despedirlo públicamente, desde el español Pedro Sánchez al papa Francisco, a través de su portavoz.

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